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Numeral 006
En la Iglesia se realiza por la Liturgia
Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo, los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados con El y resucitan con El; reciben el espíritu de adopción de hijos `por el que clamamos: Abba, Padre` (Rom., 8,15) y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor, proclaman su Muerte hasta que vuelva. Por eso, el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo `los que recibieron la palabra de Pedro `fueron bautizados. Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración, alabando a Dios, gozando de la estima general del pueblo` (Act., 2,14-47). Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo `cuanto a él se refiere en toda la Escritura` (Lc., 24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual `se hacen de nuevo presentes la victoria y el triunfo de su muerte`, y dando gracias al mismo tiempo `a Dios por el don inefable` (2 Cor., 9,15) en Cristo Jesús, `para alabar su gloria` (Ef., 1,12), por la fuerza del Espíritu Santo.